24 junio, 2008

Allegro Non Troppo

Hace bastantes años, ví por azar en la televisión una película de animación inspirada en varias piezas de música clásica. No se trataba de Fantasía, y aunque la animación quizá no disponía de un presupuesto tan cuantioso, no era menos interesante. Es más, trataba temas e imágenes que la anterior, al estar destinada a un público ambiciosamente amplio, era incapaz de tocar.
El título de la película entonces no lo supe, pero hoy, de nuevo gracias a Internet, he podido averiguarlo. Se trata de Allegro Non Troppo, una producción italiana de 1977. El tono medio de los cortos de animación que componen la película es bastante adulto, con temáticas tristes, críticas o incluso eróticas. De la misma manera que cambia la temática de los cortos también lo hace el estilo de dibujo empleado por el director, Bruno Bozzetto. Las piezas que inspiran los distintos fragmentos de la película son las siguientes:
  1. "Bolero" de Ravel (en Youtube en dos partes, Primera y Segunda)
  2. "Prélude à l'après-midi d'un faune" de Debussy
  3. "Slavian Dance" de Antonín Dvorák
  4. "Valse Triste" de Sibelius
  5. "The Firebird" de Stravinsky
  6. "Concert in C-dur" de Vivaldi
Os dejo con el "Vals triste" de Sibelius y el "Bolero" de Ravel, mis dos cortos favoritos de la película. El resto podéis verlos en Youtube a través de los enlaces que he puesto más arriba.

Vals triste de Sibelius


Bolero de Ravel, parte 1


Bolero de Ravel, parte 2

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17 junio, 2008

Volver

Hay lugares a los que volvemos una y otra vez. Unas veces, las menos, físicamente; la mayoría, con el pensamiento. Lugares que mientras no pisamos, gustamos de volver la vista hacia ellos, ya sea paseando por nuestra memoria o trazando planes para el futuro.
Juan Ramón Jiménez tenía Moguer, al igual que Yeats su pacífico Innisfree. Los reyes antiguos, cuando podían, dejaban el tumulto de palacio en pos de Babia, al igual que Napoleón soñaba desde Elba con volver a su trono y sus conquistas.
No todos habitamos los mismos sitios ni volvemos la vista hacia los mismos lugares. Hay quien lleva el hogar en el corazón, y mientras pasa el día en la oficina, recuerda la sonrisa de su amada o se pregunta qué le contarán sus hijos cuando regrese. Otros, por el contrario, vuelven a casa con la jornada en la cabeza, y durante la noche, anticipan el trabajo del día siguiente.
¿Qué lugar es el hogar y cuál la lejanía? ¿Qué suelo añoramos pisar y qué espacio habitamos por obligación? Esto es algo que depende de cada uno.
Todos recorremos multitud de lugares, pero sólo uno de esos lugares nos acompaña siempre en nuestra mente, sólo a uno de esos lugares es al que regresamos, al resto simplemente vamos.
Hay personas que abandonan el trabajo para regresar a su casa, mientras que otras dejan su casa para volver al trabajo. Cada uno tenemos nuestro centro, nuestro eje, que define desde dónde miramos en unas ocasiones y hacia dónde volvemos la vista en otras. Un punto de referencia que aunque a veces nos limite, nos da perspectiva y propósito.
Como una cometa cuya cuerda la mantiene atada al suelo y a la vez la permite volar.
Como una tierra húmeda en la que hundir las raíces o un Sol hacia el que estirar las ramas.

A veces estos lugares cambian, se alternan e intercambian posiciones. Lo añorado se vuelve realidad, y la realidad, al tenerla en nuestras manos, se hace menos deseable que lo que tuvimos antes.
Como el marino que añora la patria mientras navega hacia tierras lejanas, y al volver a casa, comienza a echar de menos la compañía de las olas y la visión de costas extrañas.
Esta alternancia, este aparentemente caprichoso devenir de la voluntad, aunque parezca una muestra de futilidad o inconsistencia, puede ser beneficioso y enriquecedor. Un vino del que se bebe constantemente, por muy delicioso y fragante que sea, puede acabar volviéndose como agua al paladar.
Pero no sólo eso, no sólo la rutina difumina nuestra percepción de las cosas, los deseos también tienen una vida limitada. Un deseo que se mantiene mucho tiempo sin satisfacer acaba tornándose en frustración o melancolía, mientras uno que se sacia constantemente, desaparece, sin más, entre lo cotidiano. Por eso perseguimos unos deseos mientras guardamos otros más desgastados por el uso, esperando pacientemente a que recuperen su brillo y puedan tomar de nuevo el relevo en nuestra mente.
Como la golondrina que busca el fresco del Norte en verano y acude a la calidez del Sur en invierno.
Como la tierra sin cultivar, que descansa bajo el barbecho, imaginando la cosecha de la siguiente estación.

Los pies en un lugar y la vista en otro. La mayor parte del tiempo la vista reposa en lo que llamamos hogar. Muchas veces incluso, pies y ojos descansan allí, reunidos, satisfechos; en calma por encontrarse ambos en el mismo lugar. Pero incluso allí, en el hogar, a veces surge la inquietud y la mirada se posa en otro sitio y los pies emprenden camino hacia allí.
Entonces, el hogar se refugia de nuevo en nuestro corazón y vuelve a ser punto de partida y de futuro retorno, pues ¿qué sería del laberinto sin una salida? ¿qué sería del recorrido sin un hilo de Ariadna para deshacer lo andado? ¿que sería de cualquier camino sin un origen, sin un principio?

Así, de nuevo mis pies están en el laberinto.
Es un regreso, pero al igual que todos los regresos, lo es sólo en cuanto aquí y ahora, pues como todo lo relacionado con lugares y caminos, la idea de regreso es relativa, y mi mirada nunca dejó de estar aquí.



The Anchor Song
La Canción Ancla

I live by the ocean
Vivo junto al océano
And during the night
Y por la noche
I dive into it
Me zambullo en él
Down to the bottom
Hasta el fondo
Underneath all currents
Bajo todas las corrientes
And drop my anchor
Y suelto mi ancla
This is where I´m staying
Aquí es donde me quedo
This is my home
Este es mi hogar

Del disco Debut de Björk.

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